De la carta del Apóstol Santiago
Sant 5, 1-5
Venid, ricos, llorad y gemid por vuestras miserias inminentes. Tu riqueza se ha podrido, tu ropa se ha vuelto apolillada, vuestro oro y vuestra plata se han corroído, y esa corrosión será testimonio contra vosotros; devorará tu carne como un fuego. Has acumulado tesoros para los últimos días.
He aquí, el salario que retuviste de los trabajadores que cosecharon tus campos está clamando a gran voz, y los gritos de los segadores han llegado a los oídos del Señor de los ejércitos. Has vivido en la tierra en lujo y placer; habéis engordado vuestros corazones para el día de la matanza.
Del Evangelio según San Marcos
Mc 9, 41-50
Cualquiera que os dé de beber un vaso de agua porque sois de Cristo, en verdad os digo que no perderá su recompensa.
Cualquiera que haga pecar a uno de estos pequeños que creen en mí, más le valdría que le pusieran al cuello una gran piedra de molino de molino y lo arrojaran al mar.
Si tu mano te hace pecar, córtala. Mejor te es entrar manco en la vida, que ir con las dos manos a la Gehena, al fuego inextinguible. Y si tu pie te hace pecar, córtalo. Mejor te es entrar manco en la vida, que con dos pies ser arrojado a la gehena. Y si tu ojo te hace pecar, sácalo. Más te vale entrar con un solo ojo en el reino de Dios, que ser arrojado a la Gehena con dos ojos, donde ‘su gusano no muere, y el fuego nunca se apaga.’
“Todos serán salados con fuego. La sal es buena, pero si la sal se vuelve insípida, ¿con qué le devolveréis el sabor? Conservad la sal en vosotros mismos y tendréis paz los unos con los otros”.